miércoles, 15 de marzo de 2017

La cueva de Valporquero un laboratorio natural

La cueva de Valporquero se ubica en el norte de León, junto a la localidad de Valporquero de Torío. En 1966 fue abierta al público y desde entonces mantiene 1.300 m de longitud que discurren a lo largo de seis salas con una gran diversidad de formaciones geológicas (Figura 1).

Figura 1. La cueva de Valporquero constituye un entorno de gran belleza y majestuosidad


El trazado de galerías se dispone bajo el pueblo siguiendo la dirección de los estratos de roca caliza. Consta de 3 niveles: el superior e intermedio habilitados para el turismo y uno inferior por el que todavía discurre el agua superando los 3 km de longitud (Figura 2).

Figura 2. Plano del interior y entorno próximo de la cueva de Valporquero. 1) Entrada; 2) Pequeñas Maravillas; 3) Gran Rotonda; 4) Hadas; 5) Cementerio estalactítico; 6) Gran Vía; 7) Entrada al Curso de Aguas; 8) Columna Solitaria; 9) Maravillas; 10) Nivel inferior; 11) Edificio de Administración; 12) Túnel de acceso a la cueva; 13) Fuente pública; 14) Merenderos; 15) El Cogullón; 16) Aparcamiento; 17) Cafetería; 18) Zona de recreo; 19) Valporquero de Torío; 20) Mirador Atalaya. Imagen cortesía de Cueva de Valporquero

Como entorno subterráneo, al igual que en otras cuevas, alberga distintas variedades de fauna hipogea gracias a las excepcionales condiciones de humedad y temperatura que presenta. Aunque su presencia es escasa, se pueden localizar algunos restos de excrementos de murciélagos que denotan su presencia en la cueva de manera estacional. Otros organismos que viven en ellas son las planarias, los pseudoescorpiones o los moluscos gasterópodos. También los opiliones o "arañas lenteja", caracterizadas por sus largas patas y amantes de la oscuridad (Figura 3).

Figura 3. Fauna hipogea típica

Sin duda, una cueva es un lugar mágico lleno de vida. Pero existen otros organismos que viven en su interior y que no llaman tanto nuestra atención. Se trata del biofilm bacteriano y la colonización de hongos. Estos organismos ocupan las zonas sombrías y húmedas de la cueva y, a menudo, podemos verlos cubriendo las paredes próximas a zonas de luz como los focos que iluminan las diferentes salas de la cueva.

Figura 4. El biofilm bacteriano y los hongos son elementos comunes en las zonas húmedas y sombrías de las cuevas. En algunos casos los hongos pueden llegar a colonizar excrementos e incluso organismos vivos como mosquitos (imagen derecha)


En contacto con la luz los biofilms cambian de color adquiriendo bellos matices fosforescentes en blanco y amarillo que iluminan el techo de las galerías. Aunque en muchos casos la colonización por cianobacterias (el grupo más grande y diverso de bacterias con clorofila) puede resultar dañiño para el entorno, haciendo necesario el uso de tratamientos con fluerescentes, este tipo de organismos guarda un secreto codiciado por la industria farmacéutica. Y es que estos pequeños organismos están implicados en la formación de depósitos minerales (se conocen más de 100 tipos de minerales de origen biogénico), así como de proteínas y substancias que podrían ser utilizadas para la elaboración de antibióticos.

Figura 5. Líquenes y biofilms son comunes en las cuevas. En algunos casos las bacterias aisladas están siendo utilizadas por la industria farmacéutica para la producción de nuevas generaciones de antibióticos más potentes y efectivos que los actuales


Así, algunas bacterias aisladas en cuevas se han convertido en los protagonistas de una nueva generación de medicamentos ante la resistencia adquirida por un uso inadecuado de los antibióticos. Por esta razón, debemos conservar y preservar el entorno interior de las cuevas, siendo conscientes del valor que presentan estos ambientes para la búsqueda de nuevos y más eficaces medicamentos.


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